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lunes, 7 de diciembre de 2015

Nadie podrá

Nadie podrá quitarme la palabra,
aunque a veces mi voz
sea de agua y tiemble
cuando la soledad se asoma al precipicio.

Yo voy con mi dolor entre los ojos
buscando algún lugar lleno de pájaros
donde los miedos vuelen,
donde se pare el vértigo,
donde las piedras cierren sus ombligos
y las distancias abran sus sorderas.

Nadie podrá quitarme esta palabra,
esta obesa palabra que recorre y recorre
los mapas hacia el sol
hasta quedarse quieta y en los huesos,
exhausta,
pero con una luz siempre encendida.

jueves, 12 de noviembre de 2015

El poder del silencio

No sé cómo callar a este silencio.

Me grita que dibujas
promesas en la sed de otras pupilas.

No puedo amordazarlo,
se rebela en mi sangre mientras mana
una herida que huele a incertidumbre.

Este silencio escribe en mi intuición
tumultos de mensajes
y repite y repite que tus manos
son el tacto del hambre de otra piel.

Azoté su mudez con mil preguntas,
subestimando al reino de su voz,

y ahora
no sé cómo callar a este silencio,
ya no puedo escapar de su vorágine.

viernes, 26 de junio de 2015

Ya lo sé

Ya lo sé,
hace tiempo que sé que explotó la burbuja,
esa frágil burbuja en la que mantenías
el eco de mi nombre.

Ya conseguí entender
que no me ve tu voz ni me oyen tus ojos
y que sobro en el aire de tus alas.

Ya sé que se arrugó tu piel bajo mis manos,
que se hundió la bandera de mi efímero reino,
que se quedó el castillo sin arena
y te fuiste a la ausencia para cortar los hilos 
de mi última sombra.

Y sé que ya no estoy en los milagros,
ni estoy en tu añoranza,
ni en el mismo lugar donde sueña tu frente,

que desaparecí 
en un ángulo muerto del mapa de tu viaje.

Ya sé que me olvidaste. Ya lo sé,
lo escucho en el sonido del silencio.

sábado, 13 de junio de 2015

Cuando quiero

"Hay que inyectarse cada día de fantasía para no morir de realidad"
Ray Bradbury

Hay almíbar fundido en mis sustancias
y plumas que me curvan la cintura
si me alejo de todos los crepúsculos
y pinto fantasías con los párpados.

Mis piernas son entonces
demandas de tus dedos
y tiemblan de susurros insondables
como un enjambre de pequeños vídrios. 

Y es que puedo matar a la inclemencia
y viajar por la luz de tus aromas
cuando cierro los ojos
para soñar auroras en tus manos.

Cuando quiero me seco la tristeza
e inundo de caricias al silencio,
aunque tú no lo notes.

Y gano la batalla a los olvidos.

Cuando quiero
me entrego a lo virtual de tu dulzura
desalando mis poros uno a uno,
o escojo ser la magia que despierta
a un beso abandonado
en el centro de todos los instintos.

No hay nada que me impida 

mecerme en el amor
de tu cuerpo oscilando entre mis olas,
no hay nada que me impida ser tu mar.

Y gano la batalla a los olvidos
cuando vibra en mi sangre 
lo que queda de vida.

Cuando quiero
me tumbo en soledad sobre tu piel
aunque llegue la muerte 
mientras tanto.

jueves, 28 de mayo de 2015

Reencuentro

Sólo necesitaba que volvieras.

Te presentía en cada insomnio ambiguo,
en cada amanecer abotargado,
en las calles descalzas de pisadas
y en poemas sin versos.

Te buscaba inconsciente debajo de las quejas,
detrás de las derrotas
y en los restos de todos los abortos.

Abrazaba reclamos en tu nombre,
te reclamaba en cada abrazo impar,

rezaba sin saberlo
pidiendo que vinieras
a verme la invidencia y a vaciarme el vacío.

Miraba los relojes de tu vida
como quien mira puzzles desarmados,
sin lograr distinguir entre tanto desorden
el centro de tu luz.

De vez en cuando te mostrabas, breve,
a ráfagas,
abriendo diminutas certidumbres.

Y en cada aparición atrapaba un matiz
para juntar de nuevo tus pedazos.

Y empecé poco a poco a recobrarte,
a ver a la que fuiste
antes de que mis muertes sucesivas
te mataran la fuerza.

Al fin puedo decir que estás conmigo,
al fin puedo notar

que he vuelto.

Desmemorias

Tan sólo era cuestión de no dejar morir a la memoria.

Pero ahora no importa, estoy llegando
al mar donde se arrojan los milagros perdidos.

Voy desapareciendo del paisaje
donde difuminé pequeños universos
que se quebraban una y otra vez
contra el opaco frío de la nada.

Y es que ya no me quedan más instantes,
se me acabó el esfuerzo
de anhelar que la luz no se silencie. 

Ya me dejé la piel al borde del veneno
y el corazón a punto de la duda,

ya se quedó mi frente al margen de la paz
y mi existencia en medio del eclipse.

Ya no puedo seguir donde soy sólo olvido.

Tengo las ganas demasiado rotas
y un enredo de exilio entre los ojos,
estos ojos que miran su vacío.

Y he malgastado tantas pesadumbres
que vago por desiertos inexactos,
y de alguna manera tendré que regresar
de este limbo de amnesias
y por fin reencontrarme.

Ahora ando en cueros buscando algún indicio
que me lleve hacia mí.

Apenas me recuerdo
y sin embargo sé que no puedo olvidarme.