Nadie podrá quitarme la palabra,
aunque a veces mi voz
sea de agua y tiemble
cuando la soledad se asoma al
precipicio.
Yo voy con mi dolor entre los ojos
buscando algún lugar lleno de pájaros
donde los miedos vuelen,
donde se pare el vértigo,
donde las piedras cierren sus
ombligos
y las distancias abran sus sorderas.
Nadie podrá quitarme esta palabra,
esta obesa palabra que recorre y
recorre
los mapas hacia el sol
hasta quedarse quieta y en los huesos,
exhausta,
pero con una luz siempre encendida.
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