Por no matarle a él
eres tú quien se muere
despacio
mirando hacia otra parte
donde una rosa seca susurra que está
viva
detrás de la nostalgia.
Tú querías lavarte las tristezas
y su voz era un cántaro.
No viste que la sed es otra cosa.
Si tan sólo apretaras el gatillo
y soltaras la bala del adiós,
y soltaras la bala del adiós,
si pudieras matarle,
hundir en su ilusión la estaca de tu huida,
desbaratar su fe,
cortar la yugular de su presente.
Si pudieras vivir.
Si pudieras vivir.
Pero se han agotado hasta los charcos
y ya no hay agua donde ahogar las
culpas.
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