El amor se redujo
a un pedazo de hielo en el centro del
tiempo.
Ya no espero que vuelva a aparecer
convaleciente y proclamando vida
con sus labios de escarcha.
No se puede inventar un estío en el
norte
ni es posible el olor del azahar
si el aire es un telón inquebrantable.
Está fría la piel de los transcursos.
Y aún así
ya no sueño con soles ni sandalias
ni me fabrico brasas con fuegos irreales.
Como si algún febrero se hubiera
coagulado
e impidiera encender
la luz de los almendros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario