Cuando te pienso
el corazón no sabe qué decirme.
Sólo encoge sus hombros y mira
alrededor
como un niño flotando en las
incógnitas
sin un caleidoscopio que le pinte
acuarelas.
Intento regalarle
el puzzle de un poema y un puente de palabras
y que viaje su voz
al vértice de luz de un veredicto,
y que viaje su voz
al vértice de luz de un veredicto,
pero él se queda inmóvil y perplejo,
exhausto de jugar a las quimeras.
Entonces me acurruco junto a él
y la razón no sabe qué decirme.
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