y la vida no es más
que esta puerta cerrada,
esta ventana exhausta de divisar el frío,
esta quietud pequeña
donde no cabe encrucijada alguna,
esta foto de nada.
Una pared inconmovible y sorda,
un rostro congelado,
una calle que no se mueve nunca.
Esta casa incrustada entre los ojos
donde la soledad es una vagabunda
pasiva y despeinada.
Un miedo despiadado,
la ausencia de París,
un viaje paralítico.
De repente lo sé:
la tristeza era esto.