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lunes, 30 de mayo de 2016

Renacer

Se me había olvidado cómo huele una rosa.

Me estaba acostumbrando a husmear en las piedras
y a respirar el hielo de un silencio marchito
mientras me alimentaba con los huesos minúsculos
de la insignificancia.

Se me había olvidado la luz de los deseos,
el latido del sol,
sentir bajo los pies la tierra de septiembre
y agarrarme al impulso que ofrece la ternura.

No supe despedirme de la herida,
dejé que se infectara en el desierto
esperando curarla con ungüentos ficticios.

Me estaba acostumbrando a no empaparme
de una lluvia de viernes
y a no subirme al tren del renacer.

Se me había olvidado el sabor a dulzura
de una página en blanco.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Taquicardia

Mi pecho es un reloj adelantado,
un bullicio de agujas,
un seísmo en el núcleo de la sangre.

Lo noto en la garganta y en las piernas,
arrasando la voz y los caminos,
frenético e hiriente,
matándome deprisa sin matarme.

Mi pecho es un soldado en plena guerra,
el latido infinito de la prisa,
una estampida dentro de una jaula.

Me quema como un músculo de fuego,
devora los minutos a mordiscos
y acumula en su centro el ruido de un enjambre.

Mi pecho es un disparo que no acaba.                       

Que se atrasen las horas, que se curven las puntas,
que se aplaque la tierra.

Que se rinda el ejército, que el apremio se calme,
que se abra el candado.

Silencio.

Cesó la taquicardia.